lunes, 18 de enero de 2010

Salvador

Me levanté temprano a ojear en internet si Araiz, una amiga española que conocí en Manaus y que ahora esta en Salvador, me había escrito y mientras estaba en esas conocí a dos chicas chilenas que estaban en el hostal y que salían con destino a Morro de Sao Paulo. Les ayudé a buscar información de como llegar (y de paso averigüe para mi pues yo también quiero ir allá), desayunamos juntos y luego las acompañe hasta el Catamarán.

Para llegar a Morro de Sao Paulo hay dos opciones: la primera, tomar un Catamarán, que básicamente es una lancha grande y rápida que lo lleva a uno directamente desde Salvador hasta la isla, cuesta $R75 y demora 2h en llegar, no recomendable para personas con el estómago sensible, el Catamarán va muy rápido y las estadísticas dicen que el 70% de las personas vomita. La segunda, la adecuada para mi, es tomar un ferry ($R 3.50 persona, $R10.50 bicicleta) hasta Itaparica y de ahí montarse en moto/carro/bus/bicicleta e ir hasta un pueblo que se llama Valenca, para luego de ahí tomar un barco hasta la isla ($R7.50).

Luego di una vuelta rápida (llovía y la mañana se me estaba pasando muy rápido) por el mercado del centro y la parte del Pelorinho que no había visto.

Intenté comunicarme infructuosamente con Valci y resolví ponerme en contacto con Paulo, pasé por su trabajo y de ahí fuimos a un taller que quedaba cerca para descubrir que el mecánico no había ido hoy. Problema, los demás talleres estaban básicamente al otro extremo de la ciudad, intentamos llamar a otros amigos de el a ver si conocían algún taller más cercano y al final resolví comerme un 'lanche' e ir hasta allá, estaba perdiendo tiempo valioso.

Salimos con Ludmilla en busca del taller, nos perdimos, pero igual encontramos el taller serendipitosamente.

Ahí conocí a Aldemir, una de esas personas que se nota que hacen su trabajo con amor, quién mientras cambiaba el radio roto, le cambiaba el aceite a la manzana trasera de la bicicleta y le cambiaba los pedales a Ludmilla me contaba su visión sobre la bicicleta y su viaje extremo de Salvador a Aracajú en un día. ¡Un día! 345Km en un día.

Me explicó, que esa era su manera de hacer 'reset' a la rutina, que mientras hace ese tipo de desafíos aprende apreciar realmente la vida, estás exigiéndote físicamente al máximo.

Pasar a despedirme de Paulo y volver al hostal para descubrir junto con el dueño que el wireless no funcionaba por que tenían los cables puestos al contrario.

Mirar con calma correo, planear el viaje, buscar algo que comer (como recordarán no había almorzado) y a desvelarme como de costumbre un día antes de iniciar una nueva etapa.

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