jueves, 14 de enero de 2010

Sibaúma - Praia do Forte

Estado de Brasil: Bahía
Tiempo pedaleado: 04:44:41
Kilómetros recorridos: 57.85
Tiempo total pedaleado: 333:53
Kilómetros total recorridos: 3612.13

Casi no pude dormir a causa de los mosquitos y el calor. Cuando me cubría para que no picaran los bichos me daba un calor infernal, cuando me despataba esos jijuemadres camorreros se venían en manada. Lo que más me ofende es que me piquen en los pies, entiendo sus razones ahí tengo la sangre más caliente por causa de la pedaleada, pero sobre todo me ofende que me piquen encima de la picada de otro, no me acabo de recuperar de la picada del pueblo anterior cuando en el siguiente me vuelven a picar exactamente en el mismo lugar, grrrrrr. La cosa fue tan cansona que tuve que colocarme las medias para evitar que se ensañaran con mis dolidos y pobrecillos pies.

Igual me 'tenía' que levantar temprano, me quedaba bastante pista por delante y como quería aprovechar el día en Praia do Forte había que llegar temprano. Desayuné: cuscus, huevos, jugo, café y pan y salí de nuevo a encontrarme con la 'linha verde'.

En el camino había un arco iris tan, pero tan bonito (no sé si lo veía bonito por que estaba tan cerca o por que hace rato no veía uno), quise tomarle una foto pero como iba en subida y no quería perder el impulso me dije a mi mismo: mi mismo cuando lleguemos a la cima de la loma tomamos la foto. Cuando llegué a la cima de la loma el arco iris había desaparecido. La imagen eso si quedó grabada en mi cabeza pero tristemente no la puedo compartir con nadie.

El camino hasta Praia do Forte, prácticamente fue sin novedades, pavimento bueno, una que otra ladera y ya está. Llegué casi al medio día y me encontré con una playa sumamente turística, muchos chalets, muchos hoteles de lujo, muy del estilo de Pipa, lo que sólo podía significar una cosa, mi estadía en Praia do Forte me iba a costar. Terminé quedándome en un hostal por $R33 en cuarto compartido.

En mi cuarto había un par de gringos y un francés: Laurent. Con quién pasé los dos días que estuve por acá.

Me bañe y luego fuimos con Laurent a por una muqueca en un restaurante casero muy bueno y no tan caro que quedaba cerca del hostal, volvimos, tomé una siesta en una hamaca y luego más tarde salí a dar una vuelta por el pueblo, hablé un rato por teléfono con M. y luego fui a buscar comida de nuevo, un creppe (les dije es un lugar turístico, hay hasta un restaurante japonés) y volví de nuevo al hostal. Me recosté en una hamaca y ahí quedé descerebrado hasta las dos de la mañana, hora en la que mi instinto de preservación me indicó que debía entrar al cuarto y dormir como la gente en una cama. Bendito mi instinto de preservación, a las tres de la mañana cayó un aguacero, tan fuerte que tuvieron que desmontar todas las hamacas de los costados del patio interior de la casa.

Al otro día fuimos con Laurent a caretear. Hace rato no careteaba y no me acordaba de lo chévere que es. Por primera vez en mi vida vi en vivo y en directo varios animales que sólo había visto en revistas o la televisión: Pescados de colores, babosas marinas, serpientes marinas, lenguados, un pez globo gigante. Mejor dicho: la pa-na-ce-a.

Luego visité el proyecto TAMAR que cumple 30 años en su afán por la conservación de las tortugas marinas, aprendí un poco más sobre estos animales y secretamente deseé estar cerca de una playa de desove la próxima luna llena.

Almorzar, una siesta, y luego fuimos con Laurent al Castillo D' Avila, el primer castillo medieval de América latina, construido por los portugueses cuando llegaron por estas tierras. Fuimos en bicicleta, tomé unas buenas fotos (creo) por ahí y nos devolvimos junto con otros huéspedes de la posada que nos encontramos allá arriba. A la mitad del camino el descarrillador de uno de nuestros acompañantes simplemente se soltó, así que tuvimos que seguir a pié el último kilómetro.


Fuimos por unas tapiocas y luego a un bar a escuchar música y tomarnos unas caipirinhas. La música estaba chévere, pero no había mucho ambiente fiestero, por lo menos hasta las doce que yo me fui, había que levantarse temprano al otro día.

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